FUNDAÇÃO MALCOLM LOWRY

FUNDAÇÃO MALCOLM LOWRY

Este blogue foi criado com o intuito de unir a comunidade lowryana de todo o mundo, a fim de trocar ideias e informação sobre o autor, promover a organização de conferências, colóquios e outras actividades relacionadas com a promoção da sua obra. Este é o primeiro sítio trilingue feito no México sobre o tema. Cuernavaca, México.


Malcolm Lowry Foundation


This blog was created to comunicate all lowry scholars, fans and enthusiastics from around the world in order to promote the interchange of materials and information about the writer as well as organize events such as lectures, colloquiums and other activities related to the work of the author. Cuernavaca, Mexico.


FONDATION MALCOLM LOWRY

Ce blog a été crée dans le but de rapprocher la communauté lowryenne du monde entier afin de pouvoir échanger des idées et des informations sur l'auteur ainsi que promouvoir et organiser des conférences, colloques et autres activités en relation avec son oeuvre. Cuernavaca, Morelos, Mexique.


jueves, 10 de noviembre de 2011

Archivo Lowry o la eclosión del traductor

Archivo Lowry o la eclosión del traductor
por Carlos Antonio de la Sierra

La primera vez que Jorge Luis Borges leyó El Quijote fue en una traducción inglesa. Cuando tiempo después lo conoció en el original dijo que le había sonado como una mala traducción. De ahí puede suponerse su obsesión por la más maravillosa obra jamás escrita que le orilló a crear a un nuevo autor de El Quijote, el desventurado Pierre Menard. Claro que todo mundo sabe que El Quijote tiene como autor fidedigno a un impostor llamado Miguel de Cervantes Saavedra, que le robó el manuscrito a su verdadero creador: Cide Hamete Benengeli. Desde épocas antediluvianas, el trabajo del traductor ha sido con regularidad menospreciado, vilipendiado, y casi se le ha asignado el papel de los copistas medievales, aunque, hay que saberlo, también la chamba de dichos copistas tenía cierta habilidad e ilustración, amén de que, como ya lo ha expuesto Umberto Eco en El nombre de la rosa, era un trabajo de alto riesgo.

Archivo Lowry es el libro de un traductor pero también, habría que decirlo, es el volumen de un hombre sabio. Raúl Ortiz y Ortiz no sólo es el autor de la mejor versión al español hecha de un libro en otro idioma, sino también una de las personas más sapientes que transitan por nuestras calles. Y hay que tener cuidado en la utilización de la palabra, pues a veces no es lo que se cree. Cuando le preguntan a Raúl qué hay de cierto en eso que dijo alguna vez García Márquez de que sin su traducción de Bajo el volcán el colombiano no hubiera sido lo que es, Ortiz y Ortiz responde con modesta honestidad: “Eso es lo que me han dicho, pero en realidad no lo sé a ciencia cierta porque nunca he leído a García Márquez”. Pero si hay alguna certeza que por lo menos hoy podríamos tener es que Raúl nos puede recitar de memoria a Baudelaire, Rimbaud, Verlaine. Alguna vez me contó que un día estaba con Octavio Paz; entonces, ese hombre que algunos años después recibiría el premio Nobel y se le quemaría una biblioteca, decidió que era tiempo de humillar a los convidados con una muestra de su altanera memoria y recitó un poema de Mallarmé. Raúl, que era uno de los destinados a ser sobajados por el desplante de Paz, intervino con suma tranquilidad: “Octavio, el poema no es así, sino de esta manera”, recitándolo in extenso. La forma como Paz reconoció su error, fue volverse hacia Mari Jo, y decirle: “Mira, éste sí sabe”.

El libro que presentamos este mediodía casi el día del regreso de los muertos vivientes es una summa documental sobre una de las aves de las tempestades de la literatura: Malcolm Lowry. A Lowry se le ama o se le odia; se le venera o se le injuria; se le ensalza o se le degrada. Una rara avis que transitó por esta vida siempre teniendo entre las manos una botella de mezcal, de whisky o de la loción dulce más barata. Y sí, era un borracho irredento, un beodo miserable que a nadie le hubiera gustado tener como amigo; pero también fue el autor de una obra maestra, una sinfonía refinada que halló la sublimidad en cada una de sus sílabas, en cada una de sus palabras anquilosadas, en cada uno de sus párrafos en si bemol. ¿Cómo se contrasta la vida de un hombre infortunado que murió ahogado en su propio vómito y una obra que no salió de una regurgitación pasajera sino, por paradoja pecaminosa, de la fantasía de una de las mentes creadoras mas finas y descollantes que haya existido? Archivo Lowry es un libro que se imbuye en el misterio y busca una salida honorable.

El volumen consta de una serie de documentos inéditos relacionados con Lowry que Ortiz y Ortiz guardaba, no creo que celosamente, en su biblioteca, en sus archivos. Así podemos leer el origen de El volcán, un cuento que Lowry escribió en Cuernavaca en 1936 (que no se publicaba desde hacía casi cincuenta años) y es el antecedente del capítulo VIII de la novela. También se incluyen manuscritos como las correcciones de alguna versión de El volcán, así como esa novela inédita, La mordida, que Raúl y Margerie Bonner (segunda esposa de Lowry) editaron y no tuvieron éxito en publicarla. Está la famosa carta, llamada a través de los años “Los comisarios”, dirigida a un abogado en California, en la que se narra el viacrucis que pasaron los Lowry a su regreso a México y que terminó con su deportación en el 46. La traducción más conocida de esa carta es de Sergio Pitol y la publicó la editorial Tusquets. Sin embargo, hay fragmentos de esta última que no coinciden con el original, como el nombre del abogado a quien va dirigida. En Archivo Lowry también se presenta la correspondencia, inédita, que Raúl mantuvo durante muchos años con Margerie, así como bibliografías, fotogramas y portadas de algunas ediciones de y sobre El volcán.

Creo, no obstante, que la parte medular del libro son las entrevistas que le realiza Carlos Miranda a Raúl Ortiz y Ortiz; una publicada inicialmente en la revista Tierra Adentro en 1997, y complementada con otra de 2009. En ellas, Ortiz y Ortiz abunda sobre la obra de Lowry desde su perspectiva de estudioso lowryano y, sobre todo en la segunda, del trabajo del traductor. Se trata de un documento que toda persona dedicada a la traducción debería conocer, no sólo porque es el traductor de Bajo el volcán quien habla sino porque es, a su manera, un pequeño tratado de cómo podría llegarse a la mejor versión de todas (aunque ya sabemos, en palabras de José Emilio Pacheco, que lo ideal es hablar de aproximaciones y no de traducciones literales).

Ortiz y Ortiz es una de las personas que más sabe sobre Lowry, pero también, tengo la impresión, uno de los personajes que, de haber conocido al beodo de Cheshire, más le habría repugnado. A quien sí conoció fue a Margerie: al principio por carta, luego en Estados Unidos y, al final, en México, pues logró que la Secretaría de Gobernación la dispensara y pudiera entrar de nuevo al país. Y aunque su narración sobre la estadía de la viuda de Lowry en su casa es la de todo un gentleman hospitalario (Raúl es uno de los últimos hombres que podríamos llamar caballerosos en todo el sentido de la palabra, es decir, dicho por hombres, mujeres y quimeras), podría pensar que en la práctica fue algo distinto.

Archivo Lowry es un intento por tener una imagen adicional del escritor inglés, esto es, una mirada a su vida y obra decantada a través del tamiz del traductor al español. En ese sentido, es sugerente que existan documentos tan diversos como reveladores que coadyuven a una percepción más aguda y acaso sistemática sobre Malcolm Lowry. Ello se debe tanto a la generosidad de Raúl por abrir sus archivos personales como al trabajo de edición que realizó Ángel Cuevas en notas, recopilación de bibliografía y la cronología final. Pero como no todo puede ser miel sobre hojuelas en un libro, hay un par de reparos que, sin afán de apesadumbrar a mi querido amigo Ángel, me veo en la obligación moral y moraelense de hacerle al libro. Uno es sobre el hecho de que no se mencione, salvo en la bibliografía, la biografía de Gordon Bowker, Perseguido por las furias, cuya traducción al español realizó Aída Espinosa para el FCE hace algunos años; otro, que se mencione en varios fragmentos del libro que Lowry escribía borracho: ningún escritor pudo haber logrado una obra de esa dimensión desde la dipsomanía.

Y como siento este Archivo Lowry también un homenaje a Raúl Ortiz y Ortiz, qué mejor que leer un fragmento de su traducción de Bajo el volcán, ese párrafo en el que se narran las muertes simultáneas de El Cónsul e Ivonne:

El jefe de jardineros empujó al Cónsul fuera del alcance de la luz, dio dos pasos adelante y disparó. El relámpago brilló como una oruga geómetra que bajase por el cielo y, tambaleándose, el Cónsul vio por un momento sobre su cabeza la silueta del Popocatépetl empenachado de nieve color esmeralda y bañado de luz. El Jefe volvió a disparar dos veces y las detonaciones fueron espaciadas, deliberadas. El trueno estalló en las montañas y luego muy cerca. Libre ya, el caballo se encabritó; sacudiendo la cabeza, dio media vuelta y relinchando se precipitó al bosque.

La última pregunta de la entrevista de Carlos Miranda es “¿Cambiarías algo de tu traducción? Raúl, que en su momento pretendió que le dieran más tiempo para seguir corrigiendo El volcán, respondió con un luminoso y congénito cuestionamiento: “¿Someterías a tu primogénito a una operación para cambiar de sexo?”.

Es así como celebro la publicación de Archivo Lowry de Raúl Ortiz y Ortiz, y hago extensivo mi eterno agradecimiento hacia él porque hace 13 años accedió gentilmente a presentar dos veces, en la ciudad de México y en Cuernavaca, un libro sobre Bajo el volcán que insolentemente había escrito un chamaco de 25 años y que, ahora, a la distancia, puede decirles que los años y el mezcal no pasan en balde. Muchas gracias.


Texto leído el 1 de noviembre de 2011 en la presentación del libro de
Raúl Ortiz y Ortiz, Archivo Lowry (Cuernavaca, ICM, 2011)
en la Casa Azul, Museo Frida Kahlo de la ciudad de México.

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