FUNDAÇÃO MALCOLM LOWRY

FUNDAÇÃO MALCOLM LOWRY

Este blogue foi criado com o intuito de unir a comunidade lowryana de todo o mundo, a fim de trocar ideias e informação sobre o autor, promover a organização de conferências, colóquios e outras actividades relacionadas com a promoção da sua obra. Este é o primeiro sítio trilingue feito no México sobre o tema. Cuernavaca, México.


Malcolm Lowry Foundation


This blog was created to comunicate all lowry scholars, fans and enthusiastics from around the world in order to promote the interchange of materials and information about the writer as well as organize events such as lectures, colloquiums and other activities related to the work of the author. Cuernavaca, Mexico.


FONDATION MALCOLM LOWRY

Ce blog a été crée dans le but de rapprocher la communauté lowryenne du monde entier afin de pouvoir échanger des idées et des informations sur l'auteur ainsi que promouvoir et organiser des conférences, colloques et autres activités en relation avec son oeuvre. Cuernavaca, Morelos, Mexique.


viernes, 2 de marzo de 2018

Discutiendo con Lucrecio...

The Consul sat on the broken green rocker facing Yvonne. Perhaps it was just the soul, he thought, slowly emerging out of the strychnine into a form of detachment, to dispute with Lucretius, that grew older, while the body could renew itself many times unless it had acquired an unalterable habit of age. And perhaps the soul thrived on its sufferings, and upon the sufferings he had inflicted on his wife her soul had not only thrived but flourished. Ah, and not only upon the sufferings he had inflicted. What of those for which the adulterous ghost named Cliff he imagined always as just a morning coat and a pair of striped pyjamas open at the front, had been responsible? And the child, strangely named Geoffrey too, she had had by the ghost, two years before her first ticket to Reno, and which [76] would now be six, had it not died at the age of as many months as many years ago, of meningitis, in 1932, three years before they themselves had met, and been married in Granada, in Spain? There Yvonne was at all events, bronzed and youthful and ageless: she had been at fifteen, she’d told him (that is, about the time she must have been acting in those Western pictures M. Laruelle, who had not seen them, adroitly assured one had influenced Eisenstein or somebody), a girl of whom people said, ‘She is not pretty but she is going to be beautiful’: at twenty they still said so, and at twenty-seven when she’d married him it was still true, according to the category through which one perceived such things of course: it was equally true of her now, at thirty, that she gave the impression of someone who is still going to be, perhaps just about to be, ‘beautiful’: the same tilted nose, the small ears, the warm brown eyes, clouded now and hurt-looking, the same wide, full-lipped mouth, warm too and generous, the slightly weak chin. Yvonne’s was the same fresh bright face that could collapse, as Hugh would say, like a heap of ashes, and be grey. Yet she was changed. Ah yes indeed! Much as the demoted skipper’s lost command, seen through the barroom window lying out in harbour, is changed. She was no longer his: someone had doubtless approved her smart slate-blue travelling suit: it had not been he.

Under the Volcano, Chapter 3





El Cónsul seguía sentado frente a Yvonne en la mecedora rota de color verde. Tal vez sólo era el alma, pensó emergiendo lentamente de la estricnina para llegar a una especie de indiferencia y discutir con Lucrecio, la que envejecía, mientras que el cuerpo era capaz de renovarse muchas veces, a menos que hubiese adquirido un inalterable hábito de senectud. Y quizás el alma prosperaba a expensas de su propio dolor, así que los sufrimientos que le había infligido al alma de su esposa no sólo le habían aprovechado sino que, merced a ellos, había florecido. ¡Ah, no sólo por los sufrimientos que él le había infligido! ¿Y aquéllos de los que era responsable el adúltero espectro llamado Cliff, aquél al que siempre imaginaba sólo como un saco y un pantalón de pijama abierto en el frente? ¿Y el niño, que también extrañamente se llamó Geoff rey y que el mismo espectro le había hecho a Yvonne dos años antes de su primer viaje a Reno, y que ahora tendría seis años, si no hubiera muerto a la edad de tantos meses, hacía tantos años, de meningitis, en 1932, tres años antes de que ellos se conocieran y casaran en Granada, en España? Y de cualquier manera, allí estaba Yvonne, bronceada y juvenil, como si fuera intemporal: a los quince, según ella misma se lo había dicho, era (es decir, aproximadamente en la época en que debió actuar en aquellas películas del oeste que M. Laruelle aseguraba hábilmente no haber visto, pero de una de las cuales afirmaba que había influido en Eisenstein o alguien así) una chica de quien decía la gente: —No es bonita, pero va a ser hermosa—: a los veinte seguían diciendo lo mismo, y a los veintisiete cuando ya se había casado con él seguía siendo verdad, según, claro está, el criterio con que se ven esas cosas: lo mismo seguía siendo verdad para sus treinta años; daba la impresión de alguien que aún va a ser, que acaso está a punto de ser «hermosa»: la misma nariz respingada, las orejas diminutas, los ojos cálidos y oscuros, ahora nublados y de mirada lastimosa, la misma boca ancha de labios carnosos, también cálida y generosa, y la barba ligeramente débil. Era el de Yvonne el mismo rostro brillante y fresco que podía desplomarse, según solía decir Hugh, como un montón de cenizas y volverse gris. Y sin embargo, había cambiado ¡Ah, sí, en verdad! De manera muy semejante a la de algún capitán degradado que ya no manda en su barco al que ve en la bahía al través de la ventana de un bar. Yvonne ya no era suya... Sin lugar a duda alguien le había dado el visto bueno sobre su elegante ropa de viaje de color azul pizarra: pero no había sido él.

Bajo el volcán, Capítulo III

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